JESÚS LES DIJO: “DENLES USTEDES DE COMER” (LC. 9, 13)
Una mirada evangélica a la misericordia
Desde hace 3 años, como parte de la misión asignada a la Promotoría de Justicia y Paz, se definió una ruta de trabajo en la cual se visibilizaran los lugares en donde la obra misionera de la Provincia hace presencia. Teniendo en cuenta que la predicación del evangelio debe dar un testimonio especialmente en aquellos lugares en donde por causa de la miseria o la marginalidad el eco de la misericordia se escucha con mayor intensidad, se desplegó una suerte de acciones a nivel nacional: a. Interlocución con aliados para atención a población migrante; b. Consolidación de la obra misionera en Campo Dos -Tibú; c. Implementación de acciones compartidas con el Instituto de Justicia y Paz, Pablo VI de la Universidad Santo Tomás -Tunja.
Con el apoyo de diferentes aliados, tanto de la Iglesia Católica como del sector público y privado, nacional e internacional, se han implementado acciones en favor de las comunidades migrantes presentes en los lugares en donde los frailes impulsan su obra evangelizadora. Esta interlocución ha permitido asistir a una población tradicionalmente vulnerable, completamente extraña a los programas de asistencia del Estado colombiano y expuesta a una marginalidad que se asocia a la pobreza, la informalidad, el hambre, la prostitución, y en el peor de los casos, a la criminalidad.
Con la riqueza multidisciplinar de las Instituciones se ha podido acceder a recursos representados en dinero, insumos o mediación profesional para sumar a la promoción de los derechos humanos y su efectiva realización, y de esta forma aliviar la carga que esta población debe sobrellevar en diferentes frentes: asistencia humanitaria, acceso a derechos, desarrollo humano, organización comunitaria, atención a la niñez y formación humana, entre otros.
Ahora bien, según información oficial, se afirma que la migración de ciudadanos venezolanos hacia Colombia es un fenómeno que llegó para quedarse. Desde el 2015 hasta la fecha el aumento de esta población ha sido continuo, Migración Colombia reporta para ese año 31.471 migrantes venezolanos residentes en el país y para enero del 2021, la cifra supera 1.742.927 ciudadanos registrados en dicha condición, segmento que en tiempos de Covid-19 ha visto arreciar la exclusión y la xenofobia.
Por su condición flotante, para la subvención humanitaria, los venezolanos se ubican en el último eslabón de la cadena, después de la población habitante de calle; en efecto, las Instituciones Públicas tienen el imaginario que esta población es un problema y prefieren que regresen a su país a incorporarlos en la dinámica socioeconómica del nuestro. Así las cosas, la respuesta de las Instituciones del sector público es coincidente: “ustedes tienen dos días para regresar a su país”; no obstante, está por demás sabido las penurias que deben soportar en Colombia, pero las posibilidades ciertas de una vida digna si retornan tampoco están aseguradas, por lo tanto, extenderles una mano amiga en este momento, se ha convertido para la Promotoría de Justicia y Paz, en un imperativo categórico que nos compromete en nuestra misión evangélica de traducir el mensaje de Cristo en obras concretas.
En un contexto de violencia estructural que profundiza las desigualdades en el acceso a los derechos por parte de la población, las comunidades rurales sufren con mayor intensidad esas asimetrías que evidencian en diferentes niveles tanto el empobrecimiento progresivo derivado de una economía campesina precaria, el acceso a la propiedad rural, la tecnificación del campo y la productividad, como los obstáculos para asegurar una comercialización robusta. Estas problemáticas permiten advertir otros desafíos, si se considera un territorio afectado por la combinación de todas las formas de conflicto armado, y la ruptura subsiguiente del tejido social de los entornos comunitarios y sociales en donde los liderazgos son cada vez más escasos.
Por esta razón, después de varias décadas haciendo presencia como Orden de Predicadores en el Corregimiento de Campo Dos -Tibú, quisimos recoger los frutos de esta obra misionera de la Provincia apoyando el liderazgo de los frailes que en este territorio son la expresión vida del amor de Cristo. Algunos talleres fueron aplicados en 2019 con las organizaciones sociales y comunitarias del lugar; de este proceso de intervención quedaron en nuestra retina una suerte de necesidades, todas urgentes, que despertaron el interés de la Promotoría de Justicia y Paz. Con la mejor voluntad y el recio interés de los frailes que viven allí, empezamos a tocar puertas para encontrar caminos de solución a sus requerimientos.
Pues bien, queremos compartir una buena noticia, seguramente es apenas un pequeño paso en el largo camino por recorrer, pero sin lugar a dudas, es un estímulo que moviliza el corazón para creer que más es posible: En el marco de la implementación del Acuerdo de Paz del Programa de Desarrollo con Enfoque Territorial (PDET) y el apoyo del proyecto Colombia Transforma de la USAID, se inauguró el pasado 22 de julio de 2021 el Centro de Acopio de la Asociación de Productores Agroecológicos de Campo Dos (APACDOS).
Esta hermosa obra, realizada con el sacrificio de las mujeres que integran la asociación y animada cariñosamente por los frailes dominicos, la Pastoral Social de la Diócesis de Tibú, las Hermanas de la Presentación y la Universidad Santo Tomás representa un aporte a la construcción de la paz, visibiliza el rol de la mujer campesina y evidencia el esfuerzo de estas comunidades por superar la estigmatización de la guerra y tejer los hilos de un futuro con esperanza.
Desde marzo de 2021 se ha liderado la implementación de acciones para fortalecer el Instituto de Justicia y Paz, Pablo VI de la Universidad Santo Tomás de Tunja. Este vínculo con nuestra Alma Mater ha facilitado un alcance nacional al Instituto, y al mismo tiempo, ha impulsado los objetivos estratégicos de la Promotoría de Justicia y Paz. Es de recordar que “la Iglesia está profundamente convencida de que fe y razón se ayudan mutuamente” (Encíclica Fides et Ratio); de esta forma se ha aprovechado el examen crítico de la Universidad, soportado sobre la tradición y los valores evangélicos de la Iglesia para incidir en los nuevos escenarios que se abren a diario.
Muchas preguntas, algunas inquietantes, otras desafiantes, se siguen formulando. Se han definido 3 rutas de trabajo asociadas a problemas estructurales de nuestro tiempo en donde creemos que la Iglesia debe dar una respuesta: Agenda 2030 sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible, Construcción de Paz e Inclusión. Poco a poco más personas se han venido incorporando a este proceso para sumar como protagonistas de una obra que tiene su centro y corazón en Dios; a fin de cuentas, somos trabajadores de su mies, cada mañana entregamos lo mejor de nosotros, con la convicción que al momento de la siega, los resultados dependerán de Él.
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