¡POR QUÉ LA LUZ SÍ DOBLA LAS ESQUINAS! UNIDOS EN LA MISIÓN POR LA SINODALIDAD: COMISIÓN DE JUSTICIA Y PAZ DE LA FAMILIA DOMINICANA DE COLOMBIA
En 2022 se hizo realidad un sueño: Constituimos la Comisión de Justicia y Paz de familia dominicana de Colombia. En este sentido, herederos de la tradición de la Orden de Predicadores, que se inspira en la misión apostólica como colaboradores de los Obispos, hicimos propia la tarea promovida por Fr. Mike Deeb, en su momento Promotor General de Justicia y Paz, quién recordó que: “la responsabilidad de profundizar nuestra vida cristiana a través de la promoción de una espiritualidad y el trabajo por la justicia y la paz, recae en toda la Iglesia (Bolivia, 27 de agosto de 2017). Al tanto de esta invitación, con el liderazgo de la hermana Olga Botía, dominica de la Presentación, la presencia de hermanas de diferentes Congregaciones religiosas dominicanas, los jóvenes del Movimiento Juvenil Dominicano y los frailes dominicos, respondimos a la invitación del Papa Francisco para ponernos en camino hacia la SINODALIDAD.
Con el propósito de florecer en una Iglesia abierta a la comunión, la participación y la misión, y teniendo en cuenta el llamado de San Pablo a hacerse uno con Cristo (1 Cor 12, 12) la naciente Comisión de Justicia y Paz de Colombia recogió las voces de los dominicos y dominicas de toda América Latina y el Caribe a través del encuentro virtual: “RETOS DE LA SINODALIDAD PARA LA JUSTICIA Y PAZ DE AMERICA LATINA”. Este espacio de diálogo tuvo lugar los días 9 y 10 de diciembre de 2022; en él se pudo compartir y celebrar la misión, que desde diferentes rincones del Continente siembran la semilla del Evangelio para aportar a la construcción de la Justicia y la Paz. El repertorio de voces que se escucharon permitió vivir la experiencia del BUEN SAMARITANO que se desprende de su cabalgadura para servir al que sufre, es decir, para compartir experiencias significativas en torno a la urgencia de aggiornar el mensaje de Cristo y lograr una auténtica “conversión evangélica”.
La presentación de las diferentes ponencias se pudieron recoger las siguientes conclusiones:
Se hace urgente avanzar en una justicia restaurativa que restablezca la dignidad de las víctimas. Así lo hizo evidente Carlos Beltrán, Coordinador Internacional del Movimiento Juvenil Dominicano (IDYM). Todos tenemos algo que decir: Qué dicen quienes no han sido escuchados y ¿cómo sentirse interlocutor ante quienes se han acostumbrado a la voz altisonante de la guerra y entienden que sólo su voz es la única que se puede escuchar?
Por su parte, Tania Ávila desde Bolivia, nos compartió los Retos de la Sinodalidad para la Justicia y la Paz en América Latina: Todos estamos llamados a tejer una cultura del encuentro, del dialogo, del reconocimiento, de la acogida, de la horizontalidad, de la participación de los laicos. En esta Iglesia Sinodal: “Todos somos protagonistas”.
Debe rescatarse que la paz es un fruto del espíritu y obliga a trabajar por ella. Esas fueron las palabras de la hermana Inés Ramírez, de la Congregación de las hermanas de Santa Catalina de Siena en la oración de la mañana del segundo día. La paz es obra de la justicia y todos debemos sentirnos comprometidos con su realización. En consecuencia: Es necesario orar por la paz hasta que sea una realidad en los corazones de toda la humanidad.
Durante este segundo día pudimos escuchar también la conferencia de Fr. Juan Pablo Romero Correa, O.P. Promotor de Justicia y Paz de los frailes dominicos. En su intervención el auditorio fue interpelado sobre los factores que han sido determinantes para la reproducción de “violencias” en cada uno de nuestros países y la forma en la que se pueden unir fuerzas para enfrentar esas distintas formas de “violencias”, muchas asociadas a la pobreza y la marginalidad; de modo que se asuma una posición evangélica más creativa e ingeniosa que responda a la tarea delegada por Cristo de ser constructores del Reino.
En la segunda parte de la mañana, fuimos sobrecogidos por el papel que vienen desempeñando las hermanas dominicas de la Presentación en la Diócesis de Apartadó: La pastoral de los migrantes formula un interrogante en torno a la inclusión de los “diferentes” y el reconocimiento de quienes, a causa de la precariedad de oportunidades en sus propios países, deben desplazarse, con el ánimo de disfrutar una vida acorde con su dignidad. La Iglesia en muchos territorios es la voz de la acogida, la “Madre” que ofrece su compasión porque sólo en la cultura de la acogida es posible comprender la voz de la misericordia.
La hermana Nícida Díaz Leal desde Venezuela, hizo cercano a cada uno de los asistentes la mirada femenina de esta Sinodalidad: El papel de la mujer trae consigo caminar hacia la unidad, incorporar a los “otros”, es decir, que nadie se sienta excluido, y menos, si esos “otros” corresponde a la “otra” mitad de la población mundial, como en efecto ocurre con las mujeres. Cristo supo integrar a las mujeres a su misión evangélica; ellas son las primeras evangelizadoras cuando anuncian a los apóstoles que había resucitado, misión que siguen cumpliendo en diferentes escenarios de la vida eclesial y familiar, y ahora compromete a la Iglesia a una mayor acogida que permita una Iglesia, que al reconocer a la mujer, sea más humana y por ende, más misericordiosa.
Finalmente, el mensaje que el Papa Francisco ha venido reiterando para rodear la creación y sentirnos corresponsables de una misión que depende de nosotros para asegurar el porvenir de las futuras generaciones permitió también escuchar al laico dominico Alirio Cáceres Aguirre, de sus palabras se pudo comprender la tarea que plantea la “Laudato Si”; esta Encíclica invoca un cuidado, que trae consigo una nueva espiritualidad que propicie un nuevo relacionamiento, no sólo entre los seres humanos, sino, con la tierra como nuestra “casa común”.
Fr. Franklin Buitrago, Provincial de los Dominicos en Colombia, compartió también su propuesta para lograr esta tarea. 1. Apostarle a proyectos paradigmáticos en la misión por la justicia y la paz con el fin de jalonar experiencias comunes. 2. Creatividad para difundir la Doctrina Social de la Iglesia. 3. Espiritualidad ecológica que se integre a una ecología integral que haga realidad la “casa común” en la vida apostólica y, 4. Hacer una opción por la novedad de los jóvenes, promoviendo liderazgos que hagan realidad la sucesión generacional en la continuación de la misión. Ahora bien, esta misión es difícil de lograr sin una mayor participación de los laicos que enriquezcan el lenguaje de una iglesia viva y de “fronteras”.
Como resultado de las diferentes ponencias que participaron en este importante encuentro sinodal, se pudo interiorizar que la paz de Dios es posible, empero, esta paz demanda la vinculación con otros, “nadie se puede sentir excluido” (Papa Francisco. El Evangelio de la Alegría): Se requiere la presencia de otros, como bien se recoge de estos tiempos de Sinodalidad, eco que se puede encontrar en la Iglesia como pueblo de Dios; así lo entendió el pueblo de Israel en su camino a la Tierra Prometida, así lo consagraron las primeras comunidades cristianas después de Pentecostés.
El Papa Juan Pablo II en el mensaje compartido con ocasión de la XV Jornada Mundial de la Paz en 1982 recordaría la tarea asumida por la Comisión como interlocutor de las voces que fueron escuchadas en este encuentro:
La paz no es sólo un equilibrio superficial entre intereses materiales en conflicto, sino más bien, en su realidad profunda, un bien de tipo esencialmente humano. (…) Ella resulta del dinamismo de las voluntades libres, guiadas por la razón hacia el encuentro con el bien común, la verdad, la justicia y el amor. (…) No se ve cómo este orden moral podría prescindir de Dios, fuente primera del ser, verdad esencial y bien supremo.
(…) Si la paz es un don, el hombre jamás está dispensado de su responsabilidad de buscarla y de esforzarse por establecerla a través de un sacrificio personal y comunitario a lo largo de la historia. El don divino de la paz es, pues, siempre a la vez una conquista y realización humana, porque es propuesto al hombre para ser recibido libremente y puesto en práctica progresivamente con su voluntad creadora.
En síntesis, los resultados de este Encuentro explican: “por qué la luz sí dobla las esquinas” y compromete mucho más para la misión, de modo que todos se sientan protagonistas, como bien lo recuerda el Para Francisco en la Encíclica Fratelli Tutti:
«Cada generación ha de hacer suyas las luchas y los logros de las generaciones pasadas y llevarlas a metas más altas aún. Es el camino. El bien, como también el amor, la justicia y la solidaridad, no se alcanzan de una vez para siempre; han de ser conquistados cada día. No es posible conformarse con lo que ya se ha conseguido en el pasado e instalarse, y disfrutarlo como si esa situación nos llevara a desconocer que todavía muchos hermanos nuestros sufren situaciones de injusticia que nos reclaman a todos».